Salieron hechas una furia. Salieron a buscarlo, como siempre lo hacen. No importaron las 12 mil personas de fondo. Tampoco importó la instancia que se jugaba. “Pudimos disfrutar de la semifinal, nosotros nos soltamos”, dijo el Chapa Retegui entre lágrimas. Sí, lloraba, porque el partido ya había terminado. Las Leonas ya estaban en la final. Abrazadas en uno de los corners del campo festejaban el 1 a 0 sobre Alemania.
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Compactas en la defensa y en el ataque, siempre con el espíritu de equipo que las caracteriza. Así jugaron las argentinas. “Han defendido como animales y han atacado como Leonas, como las bestias que son”, qué mejor que las palabras del Chapa, la voz más autorizada. Y, ya se había anticipado, el rival no era fácil. No fue sencillo penetrar la defensa alemana.
Como un huracán, a los dos minutos del primer tiempo, Las Leonas ya tenían su primer corner corto a favor. Y Noel Barrionuevo avisó estampando la bocha en el ángulo, donde convergen el palo y el travesaño. No habían pasado otros dos minutos que Carla Rebecchi, quien sobre el inicio del partido estuvo intratable, consiguió el segundo corto de la noche. Otra advertencia, pero el gol no llegaría.
Y como siempre, Lucha Aymar, muy encendida, sorprendía y hacía bajar los aplausos desde las cuatro tribunas. La Maga pasó a cuatro, dejando a dos caídas en el camino, superó a otras dos marcas y terminó desparramada en el piso tras recibir una falta. “A veces a las grandes jugadoras la única forma de pararlas es de esa manera”, dijo Sole García dos partidos atrás.
Mientras tanto Alemania no llegaba al área custodiada por Belén Succi. Recién a los 15 las alemanas pisaron el círculo por primera vez (Janne Müller-Wieland casi la mandó a guardar). Pero aunque fueron pocas, las embestidas de la visita fueron peligrosas. El conjunto europeo atacaba con tres y Las Leonas defendían con seis o más. Prevalecer así se le hacía complicado a las chicas de Michael Behrmann (eso se vería a lo largo de todo el encuentro, ya que Alemania no consiguió ningún corto en los 70 minutos). Y por otro lado, también se le hacía difícil cerrarse en el fondo ante la explosividad y rapidez de las atacantes argentinas.
Y a los 25 todo se tranquilizó. Lucha la recibió dentro del área, se acomodó entre dos jugadoras, se puso de derecho y lanzó una pegada cruzada al primer palo. Inatajable. Golazo. Una a una fueron llegando sus compañeras y se apilaron sobre ella para festejar.
Afuera todos se pusieron de pie para aplaudir la maravilla. Las palmas ardían. Y Las Leonas contaron con más oportunidades, sin poder concretarlas. Por eso, debieron sufrir sobre el final de la primera parte, ya que de la mano de Natascha Keller casi llegó el empate alemán.
En la segunda mitad Alemania intentó mover más la bocha, quitándole algo de protagonismo al seleccionado argentino, aunque sin ser vertiginoso ni generar peligro. Y por un rato el partido pareció dormirse. Cuando las aguas se aquietaron adentro, la gente se despertó afuera. La ola empezó a girar y un estruendoso “Argentina, Argentina, Argentina” brotó de las gargantas.
Tanto aliento surgió su efecto. A los 27 Rosario Luchetti mostró lo que es ser una Leona, tirándose de cabeza para alcanzar un centro atrás de Sole García y mandar la bocha dentro del arco. 2 a 0. Necesitada, Alemania tuvo que salir, otorgándole más espacios al local. Y ya casi con las cosas terminadas, a los 33, las germanas descontaron con un gol de Maike Stöckel.
Diez segundos y empezó la cuenta regresiva. No sólo para el final sino para la final. Las del banco de suplentes salieron al encuentro de sus compañeras, fundiéndose todas en un mismo abrazo. Y de las gradas se escuchó: “Sooooy argentino, es un sentimiento, no puedo parar”. Y ojalá que no paren. Porque ahora sólo queda el objetivo final.