Día 6: Misceláneas

El sexto día se sintió más largo que los anteriores. No fue casual: duró más de doce horas. Seis partidos (se jugaron los encuentros de la quinta jornada suspendida por lluvia), frío intenso y viento impiadoso, que cortaba las caras. Lo lindo es que jugaron los doce seleccionados uno tras otro.
Hubo que madrugar. Ya desde las 9 arrancaba la actividad. Sudáfrica y China abrían la jornada mundialista casi sin gente en las tribunas. Era lo lógico. Pero unas ocho chicas decidieron acercarse al estadio desde temprano y colgar su bandera de apoyo a Las Leonas. Cuánta voluntad. Todo sea por amor al hockey.
Terminó el primero, arrancó el segundo. Turno de Inglaterra y Corea. Muy de a poco se poblaban las tribunas. Pero sorprendió que, paulatina pero en forma ininterrumpida, las gradas se fueran llenando (no en su máxima capacidad, pero sí en una buena medida siendo el encuentro disputado en un horario laboral) hasta llegar a miles de concurrentes para el partido entre Las Leonas y España. En esta ocasión se destacó a la leona Silvina D’Elía por su partido internacional número 100, a la española Georgina Olivia por el número 50 y al árbitro del encuentro, la sudafricana Marelize de Klerk, por dirigir su encuentro número 200.
Ya durante los 70 minutos ocurrió un hecho curioso. Lejos de ceder, el viento avasalló. Y así, toda la basura que la gente tiraba en las tribunas pasaba directamente a instalarse en el campo de juego. “Les pedimos por favor que arrojen sus residuos en los cestos porque el viento los arrastra a la cancha. Si no lo hacen el partido se va a demorar”, se cansó de reiterar la voz del estadio, sin encontrar una respuesta muy favorable.
Terminaron de jugar Las Leonas y el predio mundialista se despobló casi del todo. Hasta la mayoría de los periodistas vaciaron los pupitres. Para la tarde, quedaron los de siempre: unos pocos cubriendo los 3 encuentros que restaban jugarse, los guardias, los colaboradores y los organizadores.
Aunque recién para el choque entre Holanda y Sudáfrica volvió algo de color a las plateas. Por un lado, la incondicional hinchada australiana vestida de verde y amarillo, con pelucas y con cánticos preparados. Por el otro, sentados contiguamente a los australianos, un conjunto de personas con camperas naranjas alentando a Holanda. Y el color se diluyó para lo último de la noche. Japón y Nueva Zelanda casi no tuvieron quien los viera. Pero era de esperar. Para esa hora, entre el frío y el cansancio, la mejor elección era volver a casa…

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